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CACHORRO É MELHOR QUE GENTE

Este blog é para aquelas pessoas que como eu são apaixonadas por cachorros e conhecem o amor e lealdade incondicionais desses animais.

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quinta-feira, 15 de outubro de 2015

Hachiko, el perro que esperó a su dueño hasta morir de viejo


Cuántas veces se ha hablado de la lealtad de los animales y en especial la de los perros con el hombre. Pueden soportar ingratitudes, abandono y hasta reprimendas, pero ellos siempre estarán ahí, moviendo la cola, aguardando a su amo. Se les reclama todo pero ellos no piden nada a cambio. No importa que tan malo o duro haya sido su día, su perro estará allí junto a usted. 

Tanta lealtad muy pocas veces es reconocida y nadie dedica un día para festejar a su mascota, o casi nadie. 

Pero en Japón, en la ciudad de Shibuya quisieron homenajear la lealtad de un can con su amo, un amor que trascendió el tiempo y por qué no decirlo, la mismísima muerte. 

Un perro con suerte 

La historia de “Hachiko” es realmente conmovedora, nació en noviembre de 1923 en la provincia de Akita, al norte de Japón. Era un perro de raza Akita, macho y de un intenso color blanco. 

La suerte iluminó a “Hachiko” cuando a los 2 meses de edad fue enviado a la casa del profesor del departamento de Agricultura de la Universidad de Tokio Dr. Eisaburo Ueno. El profesor lo llevó a su hogar, cerca de la estación Shibuya, y allí demostró ser un bondadoso y amable dueño. El perro por su parte lo adoraba. 

Desde luego, “Hachiko” no podía acompañar a su amo hasta la universidad. Pero lo que sí hacía era dejar la casa todas las mañanas con el profesor y caminaba junto a él hasta la estación Shibuya. 

El perro observaba cómo su dueño compraba el boleto y luego desaparecía entre la multitud que abordaba el tren. Más tarde, “Hachiko” acostumbraba sentarse en la pequeña plaza y esperaba allí a su dueño quien regresaba horas después de su trabajo por la tarde. 

Esto sucedía todos los días. Así es como la imagen del profesor con su perro se volvió familiar en la estación Shibuya, y la historia de la lealtad de este animal se diseminó por los alrededores con mucha facilidad. Las personas que transitaban por Shibuya siempre comentaban este hecho. 

Pero tanta felicidad para “Hachiko” no iba a durar siempre. Una tragedia irrumpió la tarde del 21 de mayo de 1925. La salud del profesor no era muy buena en esos días y repentinamente sufrió un ataque cardíaco en la universidad. Eisaburo Ueno había fallecido antes de poder regresar a su casa. Mientras tanto, en Shibuya, “Hachiko” esperaba por su amo enfrente de la estación. 

Muy pronto las noticias sobre la repentina muerte del profesor alcanzaron Shibuya. Inmediatamente muchas personas pensaron en el pobre perro que lo había acompañado todos los días. Varios tuvieron la misma actitud y fueron a la pequeña plaza para convencer al perro de que volviera a su hogar, como si él pudiera comprenderlos. 

A la mañana siguiente “Hachiko” fue visto enfrente de la estación, esperando a su amo. Aguardó todo el día en vano. Al día siguiente estaba allí nuevamente y así sucedía día tras día. Los días se volvieron semanas, las semanas meses, los meses años y aun así, el perro iba cada mañana a la estación, esperaba el día entero y al llegar la hora de regreso de su amo, buscaba inquieto entre todos esos rostros extraños a aquél que amaba. No tenía en cuenta las condiciones climáticas, lluvia, sol, viento y nieve no impedían su diario peregrinar al encuentro de su amo, la lealtad hacia su amigo humano nunca pereció. 

La lealtad demostrada por “Hachiko” tuvo un extraordinario efecto entre los japoneses pobladores de Shibuya. Él se transformó en un héroe, la figura más amada del área. Los viajantes que se ausentaban por un largo período siempre preguntaban por él a su regreso. 

En el mes de abril de 1934 los bondadosos habitantes de Shibuya contrataron a Teru Ando, un famoso escultor japonés, para que realizara una estatua en honor a “Hachiko”. La estatua de bronce fue colocada enfrente de la estación, donde solía esperar “Hachiko”. 

Casi un año más tarde, el 7 de marzo de 1935 “Hachiko” murió al pie de su propia estatua debido a su edad, pero eso no impidió que su historia y la estatua de Teru Ando se hicieran famosas por todo Japón. “Hachiko” acudió todos los días, durante los diez años que sobrevivió a su dueño, a buscarlo entre la multitud en la estación. 

Ni el calor del verano, ni el frío y la nieve de los crudos inviernos, fueron obstáculos para que “Hachiko” dejara de aguardar por el profesor. 

En Japón, durante la guerra Segunda Guerra Mundial todas las estatuas fueron fundidas para la elaboración de armamento, la de Hachiko no escapó de esa suerte y lamentablemente el escultor de tan bella obra fue asesinado. 

Pero los pobladores de Shibuya continuaban recordando a Hachiko y su mensaje de lealtad. Así fue como decidieron formar una Sociedad para el reemplazo de la estatua de Hachiko, y dicha sociedad contrató al hijo de Teru Ando, Takeshi Ando, quién también era un excelente escultor. La nueva escultura se inauguró en 1947. 

Hoy en día, la hermosa estatua de Hachiko permanece en el medio de la plaza enfrente de la estación Shibuya. Podemos encontrar alrededor de ella fuentes, puestos de diarios y revistas y personas sonrientes contándoles la historia de Hachiko a los pequeños o los curiosos. 

Cada 8 de abril se conmemora la conmovedora lealtad de Hachiko en la plaza frente a la estación de trenes de Shibuya. Los restos de Chuken Hachiko (en japonés, el leal Hachiko) descansan junto a los de su amo el Dr. Eusaburo Ueno, en una esquina de la sepultura de su dueño, en el Cementerio de Aoyama, Tokio. 

La vida de este particular perrito fue inmortalizada en dos película, una de ellas japonesa, se estrenó en 1987, y su título es “Hachiko monogatari” y la otra, una remake estadounidense, “Siempre a tu lado. Hachiko”, fue estrenada en 2009 y fue interpretada por Richard Gere. La historia de “Hachiko” deja una gran enseñanza, y ante todo nos demuestra que la lealtad no es patrimonio de los hombres. 

Nos recuerda que el amor desinteresado no es una quimera y que una modesta mascota nos puede dar una brutal lección de humildad y amor. Solo habrá que girar la cabeza y observar cuando nos vamos, que él seguirá ahí aguardando nuestra llegada a casa.

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